“Quien espera desespera”, dicen por ahí, y que razón tienen.
Esperar de la vida, de la gente que nos rodea. Esperar que aquello que creo merecer, se haga realidad.
Soñar es gratis, cierto, pero si espero que el sueño se haga realidad, posiblemente me produzca frustración y vacío.
No se trata de no creer en los sueños, en soñar y creer que pueda ser posible. No es eso. Es creer a pies juntillas que pasará, generarse una expectativa, que creo como cierta, y sentarme a esperar que pase, que llegue el momento en que lo vea cumplido.
Los deseos, deseos son. No son dañinos, llenan la vida de ilusión. Pero desear es una cosa y necesitar es otra. Ahí radica la diferencia fundamental. Si espero y necesito que se cumpla eso, soy esclavo, esclavo del destino, de cosas que o bien no dependen de mi o al menos no del todo.
Aceptar la decisión de lo impredecible, de lo inexplicable, de los avatares, de las coincidencias. Aceptar que mis expectativas no se cumplan, aceptar que puedan ocurrir cosas que no espero, ni tampoco deseo. Aceptar es liberarse, de prejuicios, de capítulos escritos sin haber sucedido, liberarse de la inflexión y de lo predecible.
Si pasa aquello que deseo, genial, lo disfrutaré con los cinco sentidos y saborearé el momento de gloria cuando llegue. Si no, no pasa nada, aceptaré aquello que me toque vivir, sin dejar de luchar por aquello que deseo, pero sin olvidar, que a veces la vida tiene otros planes para ti.
Esperar que los demás vean quien eres en realidad, que se interesen por tu vida y dejen de mirarse su profundo ombligo…Ardua y agotadora tarea. Creer que le importas a los demás, lo mismo que los demás a ti. Da sin esperar nada. Se tú mismo, ofrece lo que tu corazón te dicte, sin permitir que abusen de tu confianza, pero no esperes lo mismo a cambio. La decepción es un mal común, que se origina de esperar. De esperar que el otro, ese que se llama amigo, tenga un segundo para escucharte o interesarse por ti. Escucha tú. Ofrece tú, y deja que la vida siga su curso, que cada cual decida sus prioridades, sin juzgar.
Yo, deje de esperar nada…de nada, y desde entonces soy más libre, me encuentro mejor conmigo misma y con los demás. No espero nada y si luego resulta que la vida quiere ofrecerme algún presente, lo disfruto agradecida. Deseo, claro que deseo, cada día, pero aceptando que no se cumpla y preparada para lo que tenga que venir. Vivir la vida tal cual llega, un día cada vez.
Es cuando exijo a la vida, cuando ella me frena y no me ofrece aquello que me obsesiona. Cuando me estanco y me bloqueo en una espiral viciosa, cuando tengo que respirar hondo y aceptar.
No esperes nada. Si viene, recibe con los brazos abiertos, pero ten en cuenta, que no siempre tiene que ser así. No exijas y recibirás.
La esperanza es lo último que se pierde. Pero sin exigencia.
1 comentario
Abigail Kelly · 7 agosto, 2024 a las 14:31
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