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Por mucho que nos empeñemos en ser ermitaños, si así lo decides, al final el raro serías tú, por aquello de que el ser humano es un ser social. Vive en comunidad, necesita de los otros para sentirse pleno, para formar su vida, para experimentar.

Necesitamos de nuestros congéneres desde bien temprano, aunque en los primeros años de vida no es así, y nos sentimos agusto jugando solos, en esa fase egocéntrica en la que ilusos de nosotros, pensamos que somos si no los únicos, sí los más importantes.

Entonces llega la etapa preescolar y queremos tener amiguitos, con los que compartir juegos y risas y sentir que no estamos solos. Quizás lo viviste y si no te lo digo yo, que nunca tuve problemas para hacer amigos, pero pude presenciar la crueldad de los niños. En esa etapa puede que ya tengas tus primeras experiencias desoladoras con la amistad. Tal vez experimentes por primera vez una decepción, aunque será inevitable más adelante.

Y es en la etapa adolescente cuando la amistad se convierte en el eje central de tu vida, de tus decisiones, de todo tu universo. Con los amigos compartes tus miedos, tus dudas, reis y lloráis juntos, vuestros secretos y primeras experiencias amorosas sólo serán compartidos con aquellos que consideras amigos.

Y nunca desaparecerán aquellos días, donde los veranos eran eternos y las llamadas telefónicas diarias. No existían las redes sociales ni el WhatsApp y todo era más fácil y os sentíais más cercanos que ahora, que nunca.

Atrás quedaron excursiones, acampadas, tardes de piscina y playa. Cumpleaños, primeras veces de todo. Comienzo de la vida. Y vosotros, almas gemelas, inseparables.

Esperabas tanto de aquella amistad y al final quedó en nada. Decepciones, malentendidos, aquello que tuviste que decir y no dijiste o simplemente tiempo, tiempo que pasó y abrió un abismo entre tú y aquella persona con la que creías que compartirías todo. A veces no hay nada que perdonar, ni en su momento ni ahora, tal vez el problema es que no nos entendimos, no me comprendiste o no te comprendí.

Y también están las segundas partes, esas que aceptas no sabes muy bien si por el otro o por ti mismo, para comprobar que ya nada es lo mismo, que es mejor quedarse con lo que fuisteis en otra época, con la idea de que fue un placer coincidir en esta vida.

Quizás ahora estás en la fase de haber descubierto que la amistad no era eso, o tal vez si lo fuese y cada etapa demanda una cosa distinta.

Tal vez, cuentes con una mano los que ahora llamas amigos y te sobren dedos. Y esos que lo fueron, ya se marcharon, dejando una estela de recuerdos estupenda, de la cual no tienes que desprenderte, por mucho que haya llovido, independientemente de cómo acabasteis, porque forman parte de tu historia, del libro de tu vida. Aunque ahora ya no esperes nada de ellos, ni de nadie. Aceptas que algunos personajes están desde el principio de la historia y hasta el final, pero que otros solo son protagonistas de algún capítulo.

Quizás los conserves y os veáis dos veces al año, con experiencias y charlas recicladas, de vivencias pasadas, de añoranzas de risas, pero sin generar ya batallitas nuevas. Tal vez aún los quieras, pero ya no vibrais en la misma sintonía, ya no te aportan nada nuevo y los sientes lejanos, con olor a naftalina, a ropa guardada durante mucho en un cajón. Pero están ahí y los conservas,  porque de vez en cuando, te apetece recordar viejas etapas y abrir el cajón de lo que fue, de quién fuiste. Porque han cambiado, o tal vez has sido tú. O ambos. Todo cambia, todo está en continuo movimiento.

Quizás ya ni os saludáis al cruzaros por la calle, y que más da. Ya no sois aquellos. No os saludais no por rencor, sino porque sois dos completos desconocidos. Solo quedan los recuerdos de niños jugando a ser mayores.

Y ahora, la amistad es otra cosa, cargada de tintes agridulces, y con notas de decepción. Algo que dicen que existe, pero en lo que tú ya no crees. Ahora,  tu listón está más alto. No te conformas con risas tras la barra de un bar. Ahora buscas sintonía, feeling, sentirte tú mismo, en familia, sin miedo a decir lo que piensas, sin sentirte juzgado. Sentir que podrías hablar horas y de cualquier cosa. Conversaciones que huyan de lo superfluo, abrazos que no sean gestos hipócritas ni de cortesía. Poder hablar además de escuchar. Sentirte arropado, tranquilo, sin dobleces. Saber que cuando te marches esa persona no hablará mal de ti. Hablar con silencios, sin necesidad de llenarlos a toda costa, con gestos que hablan más que las palabras.descarga

Eso es mucho pedir.  Una ilusión vital. Complicado. Pero no imposible.

Quién sabe, quizás nos volvemos demasiado exigentes con esa palabreja usada tan a la ligera. La amistad es mucho más que una lista en un teléfono. Es mucho más que unas cañas de vez en cuando. Es mucho más que un álbum de fotos. ES MUCHO MÁS. Es sentir que aprendes del otro, que le importas y que te importa, que sumamos ambos en nuestras vidas. Que no te bailan el agua, sino que te hacen ver otras perspectivas. Que te quieren y te aceptan con tus rarezas sin pretender cambiarte continuamente, al igual que tú haces con ellos.

Si estás en la fase de creer que no existen, no esperes nada,  pero en la no espera estáte receptivo. Cuando llegue lo sabrás.

Si aún conservas o tienes la suerte de haber encontrado a alguien a quien llamar AMIGO, recuerda que tendrás que abonar y cuidar con mimo ese regalo de la vida. Las etiquetas puestas en el pasado, NO son garantía de nada. Lo que no se cuida se estropea, lo que no se aprecia se marcha. La bonita frase de “da igual el tiempo que pase, que cuando nos vemos es como si nada hubiese cambiado, como si el tiempo no hubiese pasado”. Pero si pasa, y la distancia es el olvido si en esa distancia no hay ningún contacto. Ni en lo bueno ni en lo malo. La vela se apaga. Es ley de vida, amor con amor se paga….Porque “lo mejor de la vida es cuando encontramos personas que hacen de pequeños instantes, grandes momentos….”

Y esa es la amistad. De la que tanto esperamos. La que tanto te ha hecho llorar. La que es llegado un momento en la vida, como buscar una aguja en un pajar….

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Categorías: Blog

Sara

Enamorada de la vida y de las pequeñas cosas.

1 comentario

Yolanda · 5 julio, 2016 a las 19:12

Gracias, querida amiga…

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