El arte de envejecer. De aceptar lo efímero de la belleza tangible, física, corporal, estética.

Envejecer es un arte porque conlleva mirarse al espejo y reconocerse, detrás de ese caparazón al que llamamos cuerpo y que nos permite transitar por esta vida, por este mundo.

Tener la valentía de saber que tras esa piel arrugada hay vivencias de todo tipo que te han hecho ser quien eres hoy. Arrugas y cicatrices, cambios de forma y textura que envuelven tu verdadero ser.

Envejecer es un arte que da miedo, porque nos hace vulnerables al tiempo y nos pone de frente con la finitud de nuestra existencia terrenal.

Envejecer con dignidad es la mayor prueba de aceptación al cambio que existe. El tránsito al final, el desapego de lo físico. El fluir del paso del tiempo. Implacable. No se detiene por muchos diques que le pongas. Por mucho que te resistas, llegará.

Llegará la vejez y con ella un renacer del espíritu y un agradecimiento de lo vívido y lo aprendido.

Envejecer es un arte, que implica la verdadera sabiduría que supone reconocer que no se sabe nada.
Es despojarse de equipaje y anhelos ilusorios para adentrarse en la etapa del ser. Del permitirse sin filtro, sin proyectar, sin culpa, con la mirada del que aún no pierde la capacidad de asombrarse.

Envejecer es un arte que supone a veces volver a ser niño. Por mandato natural o por decisión propia. Volver a vivir aquel arte con el que nacimos, la atención plena al presente como el único tiempo que existe.
Es convivir con la vulnerabilidad del que ha peleado mil batallas y se sabe vencedor por haber sobrevivido.

Envejecer es darse aliento y fluir, dejarse mecer por el vaivén de la vida, sin esperar nada a cambio, sin miedo, sin corazas ya, solos el mundo y tú.

Porque nunca es tarde, la vejez te dará esa nueva oportunidad de descubrirte, de reconciliarte y responsabilizarte, huyendo del victimismo que supone señalar siempre al otro, al mundo, a la suerte.

Envejecer con confianza y conciencia. Sin dejar a nadie con tus lastres. Sembrando aquello que no supiste o no pudiste hacer, en el tiempo que la vida te regale.

Porque la belleza de la vejez es la más suprema, la más completa. La de una vida entera.

Envejecer es todo un arte que supone salir de la zona de confort para experimentar todo aquello que anhelaste, cada pequeño detalle cada esencia contenida.

Es liberarse de estereotipos y modas y ser fiel a uno mismo, librar la batalla del ego y del que dirán, para ser uno mismo sin censura, transparente y auténtico.


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Sara

Enamorada de la vida y de las pequeñas cosas.

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