Cuenta la leyenda griega, que el escultor Pigmalión se enamoró de una de sus esculturas : Galatea. La amó cada día, llenándola de piropos y palabras de cariño, como si de una mujer de carne hueso se tratara. Tanto fue así, que la escultura un día cobró vida, convirtiéndose en la mujer de los sueños del escultor.
Este mito griego, se usa en psicología para hacer referencia a la capacidad que tenemos para convertir a otro ser humano en aquello que le hacemos ver y creer que es; a través de palabras como por ejemplo “eres capaz”, “puedes conseguirlo”, “eres responsable”, “eres buena persona”, “tienes la capacidad de lograr lo que te propongas”, podemos hacer que la persona efectivamente se comporte como tal, crea esas etiquetas calificativas y consiga sus objetivos. La base de la motivación es por tanto etiquetar de manera positiva.
Por el contrario, el etiquetado negativo que por desgracia podemos escuchar en ocasiones como “eres un inútil”, “eres un vago, nunca conseguirás nada”, “eres un sinvergüenza”, “eres un delincuente”, puede conseguir que esa persona adquiera ese rol finalmente de tanto oírlo y se comporte como tal. Las cárceles, de hecho tienen que estar llenas de personas que recibieron estas bonitas palabras en su entorno mas cercano, día a día. Este efecto contrario se conoce en psicología como “profecía autocumplida”.
Es por tanto, fundamental en la educación de niños y jóvenes, tener en cuanta el valioso poder de la palabra…
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