“Vivir desde el miedo es limitar tu vida, tu libertad, tus decisiones, tus relaciones y tu personalidad a actos y actitudes que solo buscan la protección y defensa propia.

Vivir desde el miedo es proyectar tu ira sobre el otro, juzgar a todos los que no piensan como tú, criticar de manera destructiva, reírte de la fragilidad ajena para no ver la tuya propia, creerte más que los demás, comportarte de manera déspota, engreída y cruel para no aceptar tu complejo de inferioridad.

Vivir desde el miedo es conformarte siempre, ver el vaso medio vacío, pensar que no vales, que no eres capaz, que para qué si no va servir, que lo peor está por llegar.

Vivir desde el miedo, es vivir como una marioneta, sin tomar decisiones, sin plantearte retos, afincado en la queja continua pero sin moverte.

Vivir desde el miedo es desconfiar, no darte, huir del vínculo y del encariñamiento, no querer ilusionarse para evitar la decepción, es pensar que no mereces nada mejor y aferrarse a aquello que ya no te hace feliz.

Vivir desde el miedo es maltratar al otro física y psicológicamente porque no tienes herramientas para vivir en este mundo desde el respeto, porque contigo lo hicieron y quieres vengarte de esa injusticia, actuando desde el rencor, impidiendo al dolor que siga su curso para no mostrar que eres vulnerable.

Vivir desde el miedo es ser intolerante a todos aquellos que no son como tú, ya sea por ideología o por color de piel, tratando de imponer tu voluntad y tu falsa supremacía porque no quieres aceptar la diversidad y acoger la flexibilidad de opiniones, gustos y decisiones.

Vivir desde el miedo es afincarse en el materialismo, en la superficialidad, dependiendo de las apariencias y del aparentar, porque ahí está la falsa seguridad del que no quiere mirar hacia dentro, del que no quiere saber más de sí mismo ni de la vida, del que no se cuestiona nada porque siempre se ha hecho así, del escepticismo del que prefiere no comprobar, no investigar, no abrir su mente y su corazón a lo que su razón no encaja.

Vivir desde el miedo, es creerse en posesión de la verdad absoluta, es creer que tus hijos son tu posesión, es tomar decisiones por ellos, marcar su destino, esclavizar sus deseos y necesidades a los tuyos. Es intentar paliar tus propias frustraciones con los demás.

Vivir desde el miedo es depender y necesitar, es atarte a esa persona que no te respeta, que no te ama pero evita tu soledad.

Vivir es darte siempre y sin medida, ocuparte de todos para no ocuparte de ti mismo.

Vivir desde el miedo es no dejar vivir la vida ajena, no saber lo que es la empatía ni tener interés en descubrirlo. Es inhibir todo lo que nazca en tu pecho sea tristeza, dolor, ansiedad o cualquier cosa que no te agrade.

Vivir desde el miedo es la necesidad de que todo sea como tú quieres que sea, intentar controlarlo todo y a todos y si no sale como tu esperas o deseas, dramatizar y estallar en mil pedazos.

Vivir desde el miedo es culpar al otro para no responsabilizarte de tus emociones, actos y decisiones. Es no madurar, no soltar, seguir anclado al pasado, al niño que fuiste por miedo a sufrir de nuevo.

Vivir desde el miedo es no pedir ayuda, no reconocer que la necesitas, porque no quieres ver, no quieres saber, no quieres cambiar.”

Y tú, ¿Vives desde el miedo o desde la libertad del amor?

“En este mundo siempre hay peligros para el que les tiene miedo”.
-G.B. Shaw


Sara

Enamorada de la vida y de las pequeñas cosas.

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