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Levantarse a las 7 de la mañana un día de fiesta, con el único objetivo en mente de HACER COSAS, puede resultar algo anormal. Limpiar cajones, hacer limpieza de armarios, de todas y cada una de las habitaciones, TIRAR mucho y sin mediar palabra, todo es inservible, todo es viejo, fuera, a la basura, sin temblarme el pulso.

Ropa, bolsos, papeles, y cosas cuya utilidad solo conoce el hombre de la casa, con ese sutil Síndrome de Diógenes que tiene, “por si hace falta”, van desfilando en un desalojo tempranero.

Diminutas prendas de ropa, inundan mi tabla de planchar, y una tras otra van doblándose minuciosamente y ordenándose en montoncitos perfectamente colocados. Cuando el día amanece así, no hay cansancio, ni el bombo impide un movimiento fluido y ágil, que ya quisieran muchas gacelas encinta.

Miles y millones de listas, en la cuáles, van tachándose una a una, cosas pendientes para la llegada inminente del pequeño príncipe. Y mientras, a mí alrededor, el pobre futuro padre, no da crédito, y opta por callar, aunque la tensión se masca en el ambiente…

histeriaTodo esto, surge desde un punto cerebral, inaccesible a mi raciocinio, imposible de controlar, un impulso animal, que me impide estar quieta… Podría sugerir un estado de locura transitoria, si no fuese, porque en unas semanas daré a luz. Como hembra humana que soy, preparo mi nido para mi retoño, desconecto poco a poco de todo lo demás, y focalizo toda mi atención en esto, a veces, en contra total de mi voluntad. Todo debe estar listo y preparado. Mi cerebro, detecta la proximidad de la llegada, y la adrenalina, invade cada capilar de mi organismo.

Lo había leído en artículos o libros, pero pensé que quizás era exagerado; he tenido que vivirlo en mis carnes, para darme cuenta de que es cierto. Dicen que el neocortex de la mujer, (la parte más moderna, como su nombre indica y más racional del cerebro humano) se desconecta en el momento de parir, para dar paso a los instintos más naturales, arcaicos y animales. Pues yo, ya siento mi desconexión poco a poco.

Hablo sola (más que de costumbre), me abstraigo totalmente, olvido cosas que no tengan que ver con mi futuro hijo, etc.

Y es que, el chute de hormonas durante el embarazo, cuando este va llegando a término y durante el momento del parto, es una salvajada descomunal, a tal escala, que nuestra psique tan intelectual, racional, e incluso perezosa, desaparece, para florecer como de la nada, un instinto maternal muy fuerte.

A mi me gustan los niños, verlos un ratillo,  “Ay que cosita”, y con tu madre. Nunca he tenido una maternidad floreciente, bueno sí, quizás cuando tenía diez añitos o así, me imaginaba embarazada, me ponía cojines para mirarme al espejo, me obsesionaba con los bebes, y se me caía la baba, literal.

Pero esa, fue la última llamada de la selva que mi cerebro sintió. Al hacerme mujer, desapareció por completo, perdurando hasta hace unos meses. Ni siquiera el enterarme de que esperaba un bebé, hizo brotar en mí ese anhelo maternal. Llegué a preocuparme…pero no, ya está aquí, ya llegó y creo que para quedarse.

Es una sensación rara, como si ya no fueses dueña de tus emociones o prioridades en la vida. Y al principio, da miedito, bastante, pero es mejor dejarse llevar, contra la naturaleza, una tiene la batalla perdida.

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Y me hace plantearme, desde mi prisma más científico e investigador, lo interesante del tema. La humanidad avanza; tecnología punta, máquinas que son inteligentes a límites cabreantes, implantes cerebrales que imitan las neuronas, coches silenciosos, viajes a la luna, hablar con alguien aunque esté en otro planeta. Sin embargo, hay algo que no cambia: La creación y  llegada a este mundo de la máquina más perfecta y exacta…EL SER HUMANO.

Así que sí estás en ese punto, disfrútalo, respira hondo y piensa que en unos días estará aquí el proyecto más bonito de tu vida.

Espero que te sea útil, al menos para saber que no, no estás perdiendo la cabeza, tu cerebro funciona a la perfección.  😉


Sara

Enamorada de la vida y de las pequeñas cosas.

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