Alessia Iannetti (1)

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Hay veces, que la vida te pega un bofetón sin manos de aúpa, así gratuitamente y sin esperarlo…son los que más duelen porque te pillan desprevenido.

Los recuerdos que tu memoria se resiste a borrar, pero que permanecen ahí latentes, abotargados, dispuestos a saltar a la mínima señal, se hacen grandes cuando las coincidencias, sinergias o llamémosle X hacen que un día cualquiera, apacible y tranquilo, te des de bruces con algo físico que trae un recuerdo, un recuerdo doloroso.

Y como un oso hibernando, se despereza y sale de su cueva adormilado pero fiero y peligroso en su verdadera esencia. En ese momento, sientes miedo, porque aunque sabes que está débil para atacar, nunca se sabe…

Respiras hondo y en un suspiro exhalas un poco de lo que fue, del dolor que en su día sentiste, y aunque sabes que ya no duele, porque la herida ya sanó, aún a veces si el tiempo cambia, la cicatriz se resiente. Esas cicatrices que te marcan y al mirarlas, te recuerdan quien eres y lo que has vivido.

 

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Al hacerlo tienes dos opciones; renegar de ellas y desear con fuerza eliminar esas marcas que te “afean”, que te estigmatizan y te hace diferente o bien amarlas, hacerlas tuyas, integrarlas y saber que son el resultado de todo lo vivido y que forman parte de tí, de lo que hoy eres.

Eso tiene un nombre técnico: resiliencia, la capacidad de salir fortalecido de situaciones con gran carga emocional. Los traumas potenciales entonces, se convierten en alas, un plus añadido que te hace poder ser más libre y volar más alto.

Entonces, acaricias esa cicatriz que te atraviesa el alma, te susurras muy bajito y te dices que ya pasó…Perdonandote y perdonando, solo desde el amor podrás sanar esas heridas.

Categorías: Blog

Sara

Enamorada de la vida y de las pequeñas cosas.

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